Acostados, de repente, me miró y dijo:
- ¿Te cuento una cosa? Yo desconfío de los que piensan mucho. No les gusta la vida, le dan la espalda, no la conocen. Piensan tanto sobre lo que no conocen que llegan a equivocaciones monstruosas.
- Tenes razón - le dije, y callé.
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